Patricia Azcárate. Piel de agua, julio de 2020
                Gasa pintada sobre tela, 184 x 100 cm

De lo inefable
Esteban Vicente visto por…
Patricia Azcárate

“Lo inefable” es aquello que no se puede explicar con palabras, como así es la relación mágica que ha surgido al plantear un “diálogo” entre la obra de Patricia Azcárate y Esteban Vicente. Pero inefable es también la luz, el color, el vacío y la música, aspectos fundamentales de su creatividad.

Si analizamos los cimientos sobre los que se erige la quintaesencia de su pensamiento, encontraremos las claves para explicarnos la sintonía generada entre sus obras.

Vicente y Azcárate reconocen, en el paisaje que les rodea, su estímulo principal de creación. “El pintor”, decía Vicente, “aspira a reflejar su visión individual de la realidad. Tanto lo que aprecia con sus propios sentidos, como aquello que trasciende de su órbita”. “El paisaje que me rodea, la naturaleza, envuelve mi casa y mi alma. En la relación con la naturaleza, encuentro la esencia del conocimiento y el impulso vital que me anima en la búsqueda creativa”, dice Patricia Azcárate.

Ambos pintan o, mejor dicho, crean, por una necesidad innata de descubrir algo, por un impulso interno de búsqueda. Las formas se encuentran en alguna parte y el artista viaja internamente hacia ellas para captarlas y expresarlas a través de su obra.

La personalidad creativa de cada uno permanece intacta, hay guiños en la obra de Patricia hacia la obra de Esteban, hay un respeto y una admiración, pero se huye de la interpretación literal “la única posibilidad de originalidad reside en la personalidad, en ser lo que eres. Si se tiene personalidad, se es original” decía Vicente en 1964.

El primer espacio de la exposición, dedicado a la pintura, nos traslada a una atmósfera envolvente de luz, color, vacío, lleno, pero sobre todo de libertad, a través de los distintos universos individuales de los artistas. Patricia atesora un lenguaje muy personal con referencias al mundo microscópico o celular, al mundo acuático y al vegetal. La cultura oriental está presente en su obra, en los soportes, en las grafías, y en uno de los conceptos que más le interesan, el vacío, no como elemento estático, sino dinámico. Ese vacío que atrapa la luz y en el que Vicente depositaba sus sentimientos y emociones, en un proceso de interiorización.

Técnicamente, las pequeñas capas de pintura, a modo de veladuras, que crean la composición de las obras de Patricia, recuerdan a la manera de Vicente: “Es mejor empezar por una fina capa de pintura para ir añadiendo”. Ambos valoran manipular directamente los pigmentos, lo que les permite jugar con los efectos pictóricos. Ambos son amantes de las flores, de sus colores, que se quedan grabados en sus retinas y luego reaparecen en sus obras, también de sus aromas y las sensaciones que les provocan.

Color, forma y textura se relacionan magistralmente. Las formas se articulan en un juego de ecos que proporcionan movimiento y fluidez a un tempo en ocasiones andante, en otras vivace. Las atmósferas creadas tienen una fuerte capacidad de atracción que nos transportan a otra dimensión, a cierta sensación de ilusión, de ensoñación. “Lo más importante es ser capaz de soñar” decía Vicente y “para soñar, tienes que estar bien despierto”, parafraseando a Unamuno.

“Experimentar es más importante que producir” en opinión de Josef Albers. Si algo caracteriza la trayectoria de Azcárate es la investigación sobre las distintas posibilidades que le ofrecen los materiales, los soportes y las técnicas. Fiel a sí misma, y partiendo de los collages de Esteban Vicente, surge la instalación “Habitar la luz”, quizá la obra más sugerente y sugestiva de la exposición, por todo lo que en ella se “esconde”.

Nos adentramos en un espacio de recogimiento, de silencio y serenidad. A modo de collage aéreo levita ésta pieza en un espacio que ha desaparecido por la magia de la escenografía, primando la presencia del color, de la luz, la textura y el sonido gracias a la música envolvente del compositor contemporáneo Ramón González-Arroyo: “Toiles en lumíère”, una versión especial de la “Toiles en l´Air”, realizada entre 2008 y 2010, en la que el autor persigue plasmar la plasticidad de la música.

Patricia nos invita a pasear entre los silencios acompasados creados entre las telas pintadas. El color suena, el vacío, es silencio. Las telas no están definidas, delimitadas, sino rasgadas, al igual que hiciera Vicente con los papeles que conforman sus collages y que le permitían reflexionar sobre la sensación táctil de la obra. Lo importante para Vicente estaba en la materialidad.

La elección de la tela como soporte no es casual. La tela permite a la artista atrapar la luz del color; también nos recuerda la importancia compartida sobre la elección de materiales pobres. Decía Vicente:  “La pintura tiene que ser pobre”…. “Busco lo sensual de la materia, pero para mí la pintura tiene que ser austera y, de alguna manera, pobre, pobre en recursos. Por pobre entiendo limitada, parca, exigua”. El papel, al igual que la tela, son materiales humildes al alcance de la mano, inmediatos, y esto permite a los artistas improvisar y ser más libres. Aunque Esteban era contrario al automatismo sin embargo, no lo era a la estética de la improvisación, una improvisación contenida, que le permitía plasmar directamente su experiencia.

Habitar la luz está compuesta por doce telas, eco del sistema dodecafónico de composición empleado por compositores como Schoenberg o más tarde John Cage, y que ofrecía infinidad de posibilidades. Esta instalación tiene diversos puntos de vista, como así tienen los collages de Vicente que, nunca están estáticos, siempre cambian.

En los dibujos de los años 70 de Vicente, que conectan en altura con la instalación de Patricia Azcárate, subyace una suerte de notación musical, que ha inspirado a Patricia a incluir en su instalación una serie de elementos verticales, “hilos” de vidrio, que sugieren un ritmo a la composición al tiempo que la otorgan de un halo misterioso. La presencia del agua, en un plano horizontal, termina de definir el espacio y nos recuerda la importancia del fluir.

El agua, según la artista, es su medio, en el que se siente viva y está presente no solo en la evidencia física sino también en su ausencia. El agua es necesario para fijar los pigmentos y en las acuarelas estuvo, pero se evaporó.

El último espacio de la exposición nos dibuja un paisaje abstracto sonoro. Patricia Azcárate realiza una serie de “Improvisaciones gráficas” mediante rítmicos gestos al carboncillo. Se nos antoja una partitura con sus notas, figuras, silencios y alteraciones. Ante ella, el espectador sueña con reproducir una melodía, pero no la alcanza y se desvanece en un inquietante punto negro de carboncillo (recreado con arena volcánica). Esta serie dialoga en perfecta fraternidad con los dibujos en blanco y negro de Vicente realizados en los años 70, influido por la corriente minimalista, y en los que reduce a la esencia las formas en un juego de armonía y equilibrio. Son obras austeras, sin pretensiones. Cada trazo responde a un impulso, o un reposo, a un ritmo que trasciende el dibujo y se cuela en nuestro interior porque el “sonido musical tiene acceso directo al alma, inmediatamente encuentra en ella una resonancia, porque el hombre lleva la música en sí mismo” (Goethe).

Concluimos esta experiencia distinguiendo la obra de Vicente y Azcárate en el NIAOPIN, grado de excelencia de la pintura en la tradición china que significa: obra de esencia maravillosa.

Ana Doldán de Cáceres

Directora Conservadora del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente

 INSTALACIÓN SONORA: “TOILES EN LUMÍÈRE”

 “Toiles en Lumière” es una versión especial de “Toiles en l’Air”, 2008/2010 realizada para la instalación “Habitar la luz” de Patricia Azcarate.

Cuando Patricia me llamó para pedirme una obra y me explicó cómo concebía su instalación supe de inmediato que “Toiles en l’Air” era la obra adecuada, pero que había que moldearla.

“Toiles en l’Air” es una obra de síntesis sonora que tanto por su concepción -superficies, líneas, movimientos en el espacio, colores, texturas- como por algunas maneras en el proceso de su elaboración -moldeando, cincelando, puliendo- se podría considerar como una obra quasi-plástica.

Es una obra electroacústica en 15 canales que requiere una estructura de altavoces en tres niveles de altura rodeando al público, más una pequeña constelación de tres altavoces situados cerca, casi introduciéndose entre el público.

“Toiles en l’Air” –junto a su antecedente “L’isla des Neumas”– ha supuesto un punto de inflexión en mi trayectoria de investigación/creación con el tratamiento espacial y la concepción de la materia sonora. Con el tiempo, ese camino me ha conducido al concepto de “Objeto Sonoro Plástico” en el que la materia sonora no solo se difunde en el espacio sino que ocupa un lugar en él (habitar el Espacio); una traslación conceptual y perceptiva sutil y difícil, pero maravillosa que abre sendas por explorar a la concepción de la obra musical.

Ramón González-Arroyo
Compositor contemporáneo
Octubre de 2020

 

Patricia Azcárate.  Emoción contenida, julio de 2020
Técnica mixta sobre lienzo sobre tabla, 160 x 240 cm
Esteban Vicente. Entrance, 1987
Óleo sobre lienzo, 131,5 x 162 cm

Patricia Azcárate. Semillas II, 1994
Técnica mixta sobre lienzo sobre tabla, 240 x 185 cm
Patricia Azcárate. Entrevelos I, julio de 2020
Acuarela y pastel sobre papel, 56 x 76 cm

Esteban Vicente. Untitled, 1985
Papel coloreado y pastel sobre lienzo, 66 x 86 cm

Esteban Vicente. Untitled, 1977
Carboncillo sobre papel, 53,5 x 74 cm

Patricia Azcárate. Improvisaciones gráficas, 2020
Carboncillo sobre papel, 30 x 40 cm

Patricia Azcárate. Espacio líquido, 2020
Placa de pladur, acrílico sobre papel, tinta china y vidrio lacado, 30 x 25 cm

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+ Recursos didácticos: PARTITUTAS GRÁFICAS A OJOS CERRADOS

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