Presentación
La colección del Museo tiene como núcleo la donación de 153 obras otorgada generosamente por el pintor Esteban Vicente y su esposa, Harriet G.Vicente. Esta colección se constituye como la única del mundo en la que está representada casi la totalidad de la evolución del pintor Esteban Vicente y sus distintas épocas creativas, así como todos los soportes y técnicas por él utilizados, destacando, con mayor amplitud, la producción realizada en Norteamérica. Es por tanto un conjunto singular y punto de referencia imprescindible para cuantos quieran acercarse a su obra.
Este legado está compuesto por 48 óleos, 27 collages, 51 dibujos, 4 acuarelas, 16 esculturas de pequeño formato, 1 tapiz, 2 litografías y 4 serigrafías.
La Colección reconstruye la evolución plástica de Esteban Vicente e incluye piezas fundamentales de su etapa inicial enmarcadas dentro de la pintura figurativa, con piezas postcubistas y postimpresionistas creadas entre los años 1920 y 1930, estas últimas relacionadas con la llamada Escuela de París y dentro de una pintura poética relacionada con la Generación del 27. Son óleos, dibujos y acuarelas realizadas en las ciudades culturales de la época: Madrid, París, Londres, Barcelona e Ibiza. De los años 30 la Colección posee también los primeros óleos y dibujos de su primera época neoyorquina.
Las obras correspondientes a los años 40 que el Museo conserva, están realizadas en Puerto Rico. En este periodo Esteban nacionalizado americano en 1942, muestra cierta influencia neoyorquina sin olvidar su personalidad europea. Son dibujos de academia con escenas familiares donde el artista revela cierta influencia cubista.
En los años 50 es muy relevante su trabajo en la técnica del collage, derivada de la influencia del cubismo sintético, en el que introduce rasgos de la pintura gestual y la continuidad y el contraste en el entrelazamiento de las formas. Simultáneamente, en este periodo, el pintor participa junto a un nutrido grupo de artistas neoyorquinos en el resurgir de un nuevo lenguaje artístico, una pintura abstracta de acción, gestual y agresiva que en el caso de Esteban, se convierte en una pintura más lírica realizada con diferentes áreas planas de trazo libre y regular pero de composición ordenada.
Posteriormente, en la década de los 60 tanto en la técnica del collage como en la pintura va concediendo mayor protagonismo a las formas de color, reduciendo la maraña hacia una estructura subyacente más reticular y menos orgánica. Las formas cada vez son más amplias, flotan y se reflejan en una atmósfera ambigua. A mediados de los 60 enfatiza la interacción de los colores, y consigue un color más plano, visual y emocional. Las manchas de color son mayores, más gestuales y más abstractas. Las obras de estos años son deudoras de su relación con la naturaleza orgánica derivadas de sus viajes y estancias en Hawái y del jardín que cultiva en Bridgehampton.
La Colección incluye también obras correspondientes a la década de los 70. En esta etapa desaparece el gesto y la huella para dejar paso a la utilización del aerógrafo hacia la conquista de los campos de color, ya que esta técnica le permite reforzar su saturación. Aparecen tonos sombríos influidos por sus vivencias personales, aunque siempre conteniendo la luz. En estos años, también se deja notar la influencia del minimalismo. Arquitectura, construcción, estructura, son elementos que aporta en este periodo. Igualmente importante en este momento es la línea negra en la que están organizados los elementos dentro de este principio constructivo se sitúa al mismo nivel. Lo intuitivo y lo poético que vendría dado por la utilización saturada del color acompaña a estas composiciones junto a trazos gruesos y finos.
En los años 80 vuelve con más intensidad a la naturaleza como fuente de inspiración y desarrolla formas orgánicas, amplias y diversas. Trabaja con mayor libertad, menos sujeto a su propia técnica, con una mayor riqueza y variación en la paleta de color. Las composiciones son de mayor tamaño. En esta década combina el aerógrafo con el gesto del pincel empapado en color; y aparece tímidamente el dibujo.
Durante la década de los 90 combina el aerógrafo con el estarcido y los gestos del pincel. Los colores son más intensos y variados y emanan de ellos una luz candente y una atmósfera serena. En su obra siempre se aprecia la exuberancia frente al control. Son obras de una enorme variedad compositiva.
Obras de singular importancia son los 16 juguetes, toys o divertimentos realizados por el artista con piezas recicladas encontradas en su estudio y realizadas entre 1968 y 1997. Se trata de pequeñas construcciones de gran delicadeza en madera a modo de collages en tres dimensiones en las que se descubre la misma búsqueda del pintor de formas que se entrelazan en el espacio.
Por último, un tapiz realizado por el artista sobre un cartón de los años 70, tejido en la India, al igual que hicieron muchos artistas de su generación y que constituye una de las pocas piezas realizadas con esa técnica.
El recorrido histórico y artístico que permite la Colección del Museo se completa y concluye con dos óleos de 1999 y 2000 respectivamente y un grupo de pasteles de los años 90, todos ellos realizados poco antes de su fallecimiento, que demuestran el progresivo grado de decantación, despojamiento y depuración que alcanzó en sus últimos trabajos.
Es por tanto, una extraordinaria Colección de uno de los artistas más singulares del periodo cuya obra, como él denominaba “paisajes interiores”, deriva de una observación fenomenológica de la realidad que convierte en una construcción producida por el análisis de la percepción en la que destaca siempre la luz que irradia el color, en armonía con la pericia que emana de la composición.