Las salas 2 y 3 del Museo muestran una selección de obras de la colección permanente de Esteban Vicente que dialogan, aunque no de manera espacial, con las piezas que conforman la exposición “Al color del fuego. Esteban Vicente / Christian Hugo Martín”. Así, la sala 2 está dedicada por completo a la utilización de la técnica del collage por Esteban Vicente, como complemento del diálogo, ya iniciado en el pasillo de la planta baja del Museo, entre los collages de Esteban Vicente y los de Christian Hugo Martín que llevan por título, “Pensando en Esteban Vicente”.
Esteban Vicente comienza a producir collage a finales de la década de los 40, concretamente, en 1949. Para estos primeros collages utiliza papeles de revistas y de bellas artes. Componía sus obras rasgando o recortando papeles, que disponía sobre soportes de papel o cartón. La sala 2 nos muestra collages desde 1962 hasta 1994. En los años 60 descubrimos collages de colores brillantes y formas evocadoras, inspirados en la belleza natural de su entorno, de su jardín de Long Island y de Hawaii. En la década siguiente prima la estructura y la construcción, las formas rectangulares de color, influido por Mondrian, la arquitectura de la ciudad y el minimalismo y, a partir de los 80, la entera libertad en la ejecución dará como resultado formas más ambivalentes, orgánicas o geométricas, evanescentes, que flotan en una atmósfera luminosa.
En los años 90, salvo algunas excepciones, son collages casi exclusivamente blancos, se produce un despojamiento de cualquier indicio de color, la luz del collage se centra en el único protagonista de la obra, el papel, él solo atrapa la luz. Son collages “zurbaranescos”, en tanto reducen la esencia de la obra a los matices del blanco: “El papel en blanco me invita a depositar en él mi visión, mis sentimientos, me invita a encontrar una nueva realidad plástica. El área delimitada se hace íntima, luminosa, adquiere entidad, y algunos momentos parece que vamos a conseguir un grado máximo de satisfacción. En el collage encuentro una valiosa serenidad y la concreción que son esenciales para la existencia de mi imagen en la pintura”.
La sala 3 del Museo muestra dibujos realizados por Esteban Vicente entre 1976 y 1982 caracterizados por una evidente influencia del minimalismo y de la arquitectura neoyorquina. En ellos se aprecia una reducción absoluta del número y la consistencia de los motivos. En estas piezas utiliza sobre todo el carboncillo, aunque también se ayuda de gouache o pastel para lograr texturas diferentes. Esteban Vicente construye el espacio a base de cuadrados y rectángulos y se le concede gran importancia a la línea negra en la que están organizados los elementos dentro de este principio constructivo. Influido por sus vivencias personales en ese periodo, el artista prefiere tonos sombríos y explora el negro, el blanco y el gris como colores consiguiendo variaciones en la densidad; y aunque manteniendo la sobriedad, el color llama la atención del espectador.
La segunda parte de la sala, dedica un espacio a los primeros collages de Esteban Vicente, de la década de los 50. Más próximos a la pintura gestual del Expresionismo Abstracto, en este periodo los tonos utilizados son marrones, tostados, negros, con un dibujo subyacente en carboncillo o tinta china. Destaca en este espacio la obra Labels, 1956, en la que comienza la búsqueda del color, pero de una manera muy particular. Construye la superficie del collage a base de papeles coloreados en tiras y fragmentos irregulares, de tonalidades ocres en el lado derecho y azules en el izquierdo. El centro queda reservado a etiquetas de envases de bienes de consumo. Esteban introduce los logos de productos como la sopa Campbell´s, queso parmesano KRAFT, conservas Del Monte, …, incluso algún anuncio rasgado de periódico sobre papel japonés que utiliza como soporte para el collage. Tras recortar los envases, los reducía a una fórmula visual y hacía que destacaran sobre el soporte plano. Se comportan pues las etiquetas como masa cromática en lugar de como icono.
Esteban Vicente fue un maestro del collage y reconocido por importantes críticos de la época. En manos de Vicente, este medio demostró ser increíblemente flexible y expansivo, tal como él mismo afirmó: “El collage ofrece posibilidades ilimitadas.”