LA NOCHE

Imágenes de la noche en el arte español 1981-2001

7 de mayo  – 16 de septiembre 2001

Pintar la noche es pintar el límite de lo representable. En la oscuridad los colores desafían la retina, pero laten consistentes y persuasivos. Convertida desde el Romanticismo en un tema de especial consideración «el día es bello, la noche es sublime», escribió Kant, las variaciones que ha experimentado la representación del paisaje nocturno van en paralelo a las que han sufrido el lenguaje artístico y la sensibilidad en la edad moderna. También, en la medida en que sólo podemos ver lo que conocemos, la popularización de los descubrimientos de la astrofísica ha modificado nuestra percepción del firmamento.
Ordenada en cuatro secciones: Paisajes estelares, Paisajes terrestres (y marinos), La noche encendida, y Fantasmagorías, esta exposición trata de mostrar qué ven en la noche y cómo lo representan cuarenta y cuatro artistas españoles nacidos entre 1943 y 1968. Una muestra, pues, centrada en las dos últimas generaciones, lo que supone exponer a creadores con una carrera consolidada, pero también apostar por otros que están en las primeras fases de su trayectoria. Es, en este sentido, una antología, pero una antología peculiar, que no emplea sólo criterios especializados, sino que ha añadido a ellos el de la fascinación por las imágenes. Que intenta suscitar la emoción y el goce más que la mera aquiescencia intelectual de los espectadores.

Durante la década de los ochenta tuvo lugar en España la aparición de una serie de tendencias que suponían una renovación del panorama artístico, presentadas algunas de ellas como una cierta ruptura con lo anterior. La década de los noventa, en cambio, consolidó estas tendencias, depurándolas, y por otro lado recuperó e incorporó propuestas que habían quedado relegadas. Entre los artistas presentes en la exposición hay representantes de los movimientos más importantes de ambas décadas, aunque el criterio temático ha condicionado, por ejemplo, una representación de la escultura que no se corresponde con la importancia que ha adquirido en este periodo. Escultura renovada en lo que se refiere a materiales, lenguajes y actitudes. El Arte Povera encuentra su eco en Jorge Barbi y, aunque en esta ocasión no como escultora, en Pamen Pereira, mientras que las obras de Blanca Muñoz o Juan Asensio, responden a pautas más tradicionales. Una tradición en la que se inserta, para subvertirla, Cristina Iglesias, y que deriva hacia el movedizo terreno de instalaciones en casos como los de Pedro Mora o Javier Pérez. La combinación de escultura y fotografía, uno de sus más fructíferos caminos, se plasma en la obra de Daniel Canogar. Por su parte, Soledad Sevilla, pionera en la creación de instalaciones, está aquí presente con una de sus características composiciones analíticas. La Nueva Figuración, a comienzos de los ochenta, se consolidó en torno a Carlos Alcolea, Carlos Franco y Pérez Villata, pero acogió en su ámbito a artistas como Alfonso Albacete, Herminio Molero o Chema Cobo. A partir de ese primer momento, las opciones se diversificaron: reformulaciones del Pop, Pintura Metafísica, Realismo Mágico. Dis Berlín recorrió casi todas y Barceló, en solitario, se adentra en el neoexpresionismo. Son también neofigurativos nombres que llegaron más tarde, y ya con presupuestos muy distintos: María Gómez, Juan Carlos Savater, Isidre Manils o El Hortelano. Ya en la década de los noventa fueron dándose a conocer artistas como Antonio Rojas, Joaquín Risueño, Ángel Mateo Charris, Gonzalo Sicre, Miguel Galano, Chema Peralta y Jorge Fin, que retomaban los viejos caminos de la pintura figurativa europea y americana de mitad de siglo en que se había ya fijado el grupo anterior. Pero si retrocedemos al arranque de los ochenta nos encontramos con otro ámbito pictórico que empieza a definirse con claridad. Se trataba de una nueva Abstracción, representada por José Manuel Broto, Diego Moya, Carlos León o Mon Montoya, eminentemente gestuales, junto a quienes realizaban una abstracción de índole geométrica, como Miguel Ángel Campano, o han derivado hacia ella, como Juan Uslé. Por su parte, José María Sicilia y Darío Urzay representan la confluencia entre una Figuración y una Abstracción fundamentada en lo orgánico. En la década de los noventa la Abstracción está representada por José Manuel Ciria y Javier Riera, por ejemplo. Como suele suceder, en este tipo de clasificaciones no encajan todas las piezas. Por ejemplo, Carlos Pazos y Miguel Ángel Blanco se deslizan desde comportamientos escultóricos a poéticas del objeto, y algo parecido sucede con Perejaume, aunque atravesando también el ámbito de la pintura. Zush mantiene su singularidad, a pesar de sus concomitancias con la Figuración de los primeros ochenta. Otro tanto le sucede a Víctor Mira que, procedente del Informalismo, acabaría hoy en día colocado, por su obra expresionista, al lado de Miquel Barceló. Precisamente este nombre, Barceló, representado en esta muestra con el cuadro que llevó a la VII Documenta de Kassel en 1982 y que supuso su lanzamiento internacional y otro, el de Javier Pérez, uno de los dos artistas españoles seleccionados para la próxima Bienal de Venecia, sugieren el propósito de contemporaneidad estricta de esta selección.

Con el patrocinio de Fundación Caja Madrid