Untitled [Sin título], 1986
Desde principios de los ochenta en adelante, el color se multiplica, se hace más variado, ya sea mediante la tinta, el pastel o el gouache, mientras que las áreas o zonas en que las formas fragmentan la superficie se interpretan, fluyen, se invaden mutuamente. Las tonalidades esenciales de Esteban Vicente se mantienen aunque se enriquecen con otras que terminarán convirtiéndose en una verdadera sinfonía de color.
Para Esteban Vicente la expresión ha sido siempre un equilibrio entre forma, materia y color. Las manchas de color, los trazos y las formas ocasionales discurren siempre de forma muy natural, del orden que proporciona la relación armónica de las diferentes partes del cuadro. Por eso afirmaba: “El arte está basado en el orden”.
En este caso realiza una representación del color captando sus infinitos registros y condensa la expresividad en la combinación de los planos de color, creando una abstracción cromática y geométrica de campos de color con rectángulos y cuadrados, en el que los colores azul, rojo, verde y amarillo aparecen en estado de fusión. Combina, además los bordes netos frente a los difuminados sugiriendo al mismo tiempo lo táctil y lo óptico. Con ellos construye la composición atendiendo a la relación entre su forma, sus dimensiones, el color y el lugar que ocupa en la superficie del lienzo. De ahí que la expresividad sea una expresividad construida, sustentada en los principios de orden y proporción, porque para él “lo que importa es la estructura y como las cosas se llaman unas a otras”.
.La fragmentación en planos de color se reduce y simplifica para concentrarse en los efectos luminosos de superficies de color muy al unísono de otros pintores expresionistas tales como Hans Hoffman. Para Esteban solamente mediante la concepción del color entendida como luz, la pintura ha podido expresarse como luz. Es la representación de una abstracción: el color y la luz en estado originario.